Seminario de Instrucción política.Modulo 1°: Instrucción Política.
Elementos.
Inserción internacional.
Organización Nacional.
Proyecto económico-social.
Inserción internacional.
Globalización (Política exterior/ diplomacia/ defensa/ economía) (organismos multinacionales) (Democracia/ cultura)
Bloques regionales (MERCOSUR / Sudamérica)
Bloques continentales (América)
Organización nacional
1853- Historia (Federalismo) – Cultura
Sistema político (Presidencialismo / Parlamentarismo)
Regiones y provincias (coordinación / organismos)
Secciones y municipios (coordinación / organismos)
Democracia directa.
Proyecto económico-social.
Matriz productiva (agro / minería / industria / comunicaciones) (ciencia y tecnología)
Distribución (Sistema impositivo-recaudación-federalismo) (educación y salud)
Intervención el Estado (fomento)
La representación
En aras de ser siempre inocentes y de encontrar siempre culpables, los argentinos perdimos profundidad. No analizamos. Simplificamos todo. Zafamos.
Veamos. Durante las primeras semanas del conflicto agropecuario, muchos productores, sobre todo autoconvocados, concluían que les pasaba lo que les pasaba por darle la espalda a la política. Por meterse en la chacra y dejar que la cosa pública fuese responsabilidad de otros.
Algunos más lúcidos, decían que la lección estaba aprendida y que, de ahora en más, iban a militar para que no les vuelva a ocurrir. Es posible. Veremos. ¿Pero alcanza? Decididamente, no. No se trata de legar a la política para asegurar intereses sectoriales.
Eso es más de lo mismo.
De lo que se trata es de repensar un país para que este y otros tantos desaguisados del pasado, no se repitan en el futuro.
Por reciente, por inmediato, porque está vigente, el problema del campo es un buen ejemplo para hablar del tema. No es un gobierno el que falla- por más que los Kirchner ponen lo mejor de sí para que ello ocurra – sino que es un sistema que hace agua por todos lados, aunque nadie lo reconozca y, muchas veces, ni siquiera lo identifique.
Cuando la presidente envió al Congreso las retenciones móviles, el campo y sus dirigentes salieron a buscar diputados para convencerlos de lo incorrecto de la decisión.
Aquí, en la cuarta sección electoral- poca gente sabe que quiere decir esa expresión- se encontraron que no había diputados nacionales. Es más, recién se dieron cuenta que en la provincia de Buenos Aires, donde la mitad aproximada de la población vive en el interior y la otra mitad en el Gran Buenos Aires, más de las dos terceras partes de los diputados nacionales provenían del cinturón que rodea la Capital Federal. ¿Fallan los hombres o falla la organización?
Ahondemos. La cuarta sección electoral, cuya ciudad más importante es sin dudas Junín, coincide, geográficamente hablando con todo el noroeste de la provincia de Buenos Aires. Grafiquemos a trazo grueso: primera sección electoral, norte del Gran Buenos Aires; segunda sección, norte de la provincia; tercera, sur del Gran Buenos Aires; cuarta oeste y centro; quinta, la costa y el este; sexta, el sur; séptima, el centro y la octava, La Plata, sí, solo La Plata.
Pues bien, en la cuarta sección electoral viven, trabajan, estudian, procrean, educan, reciben educación y mueren alrededor de un millón de personas. A ese millón de personas, ningún vecino los representa en el Congreso nacional. Ni en Diputados, ni en el Senado. Frente a ello, provincias con la tercera parte de población- Catamarca o La Rioja- o con la cuarta parte y menos – Santa Cruz y Tierra del Fuego- tienen cinco diputados nacionales y tres senadores nacionales.
Sí, estamos hablando de organización nacional. Esa que se mantiene casi invariable desde 1853, por más que mucha agua haya corrido bajo el puente. Como si aquella realidad permaneciese, retoque menos, inalterable ciento cincuenta años después.
El sistemaTodos, quienes tuvimos la suerte – o el sacrificio de nuestros padres- de terminar alguno de los niveles de estudio conocemos que el sistema de gobierno de la Argentina es republicano, representativo y federal. Como enunciado, bien. Como realidad, ya no tan bien.
Si por República entendemos la división y la periodicidad de los poderes, debemos coincidir que republicanos somos. Pero, si analizamos su funcionamiento, las dudas comienzan a carcomernos.
Un presidente en la Argentina es lo más parecido a un monarca, solo que temporal y electivo. Son tantas las atribuciones que, en la práctica, casi orilla el absolutismo. Por supuesto que si el presidente es un demócrata convencido, el peligro de autocracia disminuye. Pero, si no lo es, el autoritarismo está a la vuelta de la esquina. ¿Falla el presidente? Puede ser, pero más falla el sistema.
Los chacareros lo experimentaron en carne propia. La constitución dice que es el Congreso quién determina los impuestos. Pero un código aduanero de la última dictadura militar brinda al Ejecutivo la oportunidad de birlar o burlar el espíritu constitucional.
Si las retenciones son un impuesto o no lo son, es un mero tecnicismo. Para quién las paga son, cuanto menos, una carga que le impone el Estado. ¿El Congreso? No el presidente. Pero, si además, el Congreso le es adicto, entonces el presidente puede acumular “superpoderes”, “delegación de facultades del legislativo”, “emergencias económicas, sociales o políticas” y cuanta yuyo –no la soja- ande suelto para juntar……
Más poder.
Poco importa entonces que lo haya votado menos de la mitad del país, el presidente reina sin necesidad de construir consensos. Su legitimidad de origen es suficiente para legitimar cuanto se le ocurra durante su período.
¿Sirve? Decididamente, no. Y el conflicto con el campo así lo demuestra. Tal vez llegó la hora de discutir el sistema. Por ejemplo, si el Ejecutivo no debe provenir del Parlamento. Si no hace falta reunir mayorías para gobernar con alianzas de partidos que se forman después del resultado electoral. Si no es hora de mirar como funciona el sistema parlamentario europeo, donde los gobiernos se cuidan mucho de asegurar esos consensos de los que hablábamos porque corren el riesgo de perder la mayoría de las bancas, en cuyo caso deben llamar a elecciones anticipadas. Un tema para el debate. ¿Y lo federal? Bueno aquí la Argentina se parece a esos clubes que se denominan “social y deportivo” pero donde los únicos deportes que se practican son el truco y el chinchón.
Con un estado nacional que se lleva la parte del león de los impuestos y que solo coparticipa una porción menor a las provincias que, a su vez, solo coparticipan una aún más chica a los municipios, el federalismo es una expresión de deseos. Como se entiende, por ejemplo, que varias decenas millones de pesos salen de Junín en concepto de retenciones a las exportaciones agropecuarias, que todos esos pesos van al gobierno nacional y que el gobierno municipal de Junín debe hacerse cargo de los caminos rurales. Sí, el federalismo bien gracias. ¿No habrá llegado la hora de pensar en una coparticipación al revés, donde el agente de cobro sea el municipio que coparticipa a la provincia y ésta a la nación? También para el debate.
La provincia.
Volvamos a aquello de la sección electoral. En la provincia de Buenos Aires, es un conjunto de partidos geográficos que eligen, alternativamente, diputados o senadores provinciales. Así, en la Legislatura bonaerense, fulano es diputado por la primera sección electoral-no por Merlo- y mengano es senador por la segunda sección electoral.
Pues bien, para lo único que sirven estas secciones es para elegir parlamentarios provinciales. Porque el territorio que abarcan no coincide con el de la región sanitaria, que no coincide con el departamento judicial, que no coincide con la departamental policial, que no coincide con el distrito educativo, que no coincide con la sección vial, que no coincide con etcétera, etcétera, etcétera…. Un caos que complica todo y no facilita nada. Mucho menos, la coordinación de acciones.
Así en la provincia de Buenos Aires como en el resto del país. ¿Qué es el NEA o el NOA, más allá de una designación cuasí periodística?
Y el gobierno provincial, pues lo mismo que la Nación. Con una salvedad, el gobernador es un monarca con “capitis diminutio” porque siempre depende de los fondos del gobierno central. Bien pensado, no es un monarca sino un señor feudal sometido a los arbitrios del feudal más poderoso.
Los Municipios.Si el presidente es monarca y los gobernadores, condes o duques ¿Qué queda para los intendentes? Pues algún marquesado. No es mucho, pero tampoco es poco. Les alcanza para repetir-con honrosas Excepciones de hombres y no de sistema- los vicios de absolutismo del poder central, solo que en menor escala.
Pero la cosa se agrava. Es que se rigen por una ley orgánica de las municipalidades dispuesta por la Legislatura bonaerense que, entre otras cosas, establece que todos los municipios son iguales, más allá de diferencias de forma en la cantidad de concejales de cada uno. ¿A quién se le puede ocurrir que es lo mismo Morón que Navarro? ¿San Isidro que Marcos Paz? ¿Mar del Plata que Villegas? ¿Bahía Blanca que Suipacha?
¿Si el federalismo existe y las provincias se dotan de constituciones-Cuya única limitante es la contradicción con la carta magna nacional-porqué los municipios no pueden tener sus propias cartas orgánicas, hechas por los representantes de sus vecinos y jurada obedecer por sus intendentes y secretarios? No, los intendentes no son marqueses, apenas si legan a barones.
Conclusiones.Todos estos temas no interesan a nadie, hasta que interesan. Y cuando interesan, por lo general, es tarde. Como pasó con el campo. La oportunidad se pierde y hay que esperar hasta la próxima crisis. Aquí sí, ahora sí, la culpa de los políticos, porque casi nunca mencionan estas cuestiones que les son propias e intrínsecas. Si antes del innecesario mamarracho de las retenciones alguien hubiese hablado de federalismo o de limitar el “absolutismo” presidencial seguramente lo habríamos tildado de extemporáneo pero hoy lo escucharíamos con atención. Eso al político no se lo dice la encuesta, surge de su intelecto y se manifiesta a través de su coraje para hablar sobre lo que todos callan.
Pero, si el político debe ocuparse del tema, el ciudadano común no debe desentenderse.
El riesgo es muy alto. Nada más y menos que no estar representado. Cuando ello ocurre, y ocurre, alguien nos mete la mano en el bolsillo en aras de cualquier excusa y, además, nos reta porque está convencido que no tenemos derecho a pataleo.
Secretaria de Formación Política